domingo, 22 de febrero de 2009

Y vamos de montería


Miguel Sánchez-Ostiz

L LAMA la atención la mugre que sale a la luz en cuanto se remueven las trastiendas de la política. De pronto, lo que ya era oscuro de por sí, exhala un aire mefítico, un borbor gris verdoso de ciénaga, un tufo a gomina madrileña y a yejquemachos que van indisolublemente unidos a la derecha madrileña de buen tono, que luego resulta que no es tan bueno.

No basta con usar mucha gomina y fumar puros para tener tono y aire de montero. No basta con calzar zapatos de 600 euros, vestir de barrio de Salamanca y rizarse los tufos y los caracolillos en el cogote para ser elegante. Algunos de los que aparecen en las fotografías tienen el aspecto que, de manera convencional, se otorga a los rufianes, a los jugadores de ventaja y a los chulos. En un casting para película de chungos y de fules los contratarían a todos. Lástima que ya no se hagan películas en Almería, porque yo los veo de extras en un espagueti western con bandidos que se han hecho los amos de un pueblón polvoriento, hasta que llega el justiciero, o eso, qué más da. La baja estofa se ve hasta en los nombres de las sociedades fules a través de las cuales se han hecho ricos por medios que ahora investigan los jueces: Camorra Pastelera Inc. o poco menos. Rastacueros. Instrucción tirando a baja. Ahora, a la derecha del PP, le ha tocado el turno de padecer el efecto de las bombas de explosión retardada que son los informes que pacientemente se elaboran a la sombra de las trapisondas financieras que siempre tienen una parte que son del dominio público, como los icebergs. Eso es lo más enigmático, el que se pase de un brinco del no saber nada al escandalazo.

Los informes y las investigaciones silenciosas son un negocio, un arma y una navaja cabritera de cinco puntos. Yo no me creo que esos informes, esos dosieres, aparezcan en escena de repente, por arte de birlibirloque, porque la elaboración de información sobre ciudadanos es un oficio bien remunerado, aunque sospecho que no del todo legal. Primero fueron los servicios secretos de la Aguirre, imponente gesticulando con su uniforme circense de estrellitas blancas sobre fondo rojo: parecía la mujer cañón a punto de salir disparada en la pista del circo, americano claro. Le faltaban unas botas tejanas de fantasía y un stetson blanco. Y ahora esto. El público tiene el convencimiento de que los ahora acusados son unos ladrones, de que al amparo de actas de diputadillos y de cargos públicos, de la monumental farra de los negocios inmobiliarios y la ingeniería financiera se ha robado, trapicheado, sobornado a lo grande por toda clase de procedimientos, de que se ha sacado mucho dinero a paraísos fiscales, y de que si alguien utiliza con intención publicitaria la frase yo no soy tonto , es porque quien gana tiene el convencimiento de que los hay a montones y que es preciso echar mano de la vieja divisa: Todos los días sale un tonto a al calle y yo, zas, detrás , como si esto fuera una montería.

Llama la atención que estos políticos se hayan rodeado de hombres de mano para los trabajos sucios y para organizarles las aclamaciones populares a cambio de dinero contante y sonante y de posiciones de ventaja. Por lo visto llevan claque y eso se paga. Los eventos, culturales o no, son un negocio fabuloso. El olor de multitudes no es gratis. Las cifras que salen a la luz de lo que cuestan esos jolgorios de banderitas, fervores, puñetitas y berridos quitan el hipo. ¿Quién y cómo se paga todo eso? ¿De dónde sacan dinero los partidos políticos para esos números circenses? Como con los temporales, la Comunidad Valenciana parece la más afectada. De hecho, evento es una palabra que hace veinte años apenas se usaba. Ahora es de uso común porque se ha convertido en un negocio con prestancia. Hay que acudir a eventos, a sacar tajada o a hacer bulto, tanto da. Conozco gorrona, mujer de ministro, que en lugar de decir que venía de acompañante para un jurado de premio de caja de ahorros, dice ahora queacudía a eventos . Queda. ¿O no? Lo de la caja suena cutre, lo otro resulta dinámico, activo, espectacular.

Acompañantes. En el lobby de los buenos hoteles suele haber acompañantes para el relax de estosConans de los dineros, los nuevos bárbaros, lo que induce a pintorescos equívocos. Y a propósito de ministros, el que a un ministro le pillen cazando sin licencia, algo que para un particular es motivo de multazo, es causa más que suficiente para que de motu propio presente su dimisión o dé cumplidas explicaciones. Sobre todo si es el ministro de Justicia. ¡Qué metedura de pata! Claro que si tirando de agenda de testigos se puede probar que no pegó un tiro, la cosa cambia.

Pero, ¿está convencido el ministro de Justicia de que por serlo puede hacer lo que le venga en gana y lo que por Ley le está vetado al común de los ciudadanos? Monterías, eventos, viajes, hoteles, spams, toros y garduñas de lobby por sociedad de autores, arte y buena mesa cofrade, cante hondo y jotas riberas, porque son de buen tono en la alta madrugada de estos campeones. No hay distinción política, sólo un partido y una idea:el pelotazo. Lo pegaron con aquéllos, lo pegan con éstos. Es una nueva clase social, qué digo clase, una raza, una etnia, tienen un RH distinto al de la chacinería del resto de los mortales.

No se trata de denunciar la corrupción, porque hasta esto está desprestigiado. No es corrupción, sino una época, un estado de cosas, una ética y una estética. Hasta el alegato fiscal se queda corto. Es Berlanga y es Mateo Alemán, y la pícara Justina, y Pablos y la Grajales que no falten a al cita, y todo un mundo de pícaros y hampones que nunca ha cesado, que da para esos descangallados y groseros, toscos guiñoles que no acaban de gustar a un público que teme verse retratado y prefiere salir a escena vestido a la veneciana o a la federica. Pero no, éste es un país de charanga y pandereta, donde los jubilados que creen ir de excursión a Portugal terminan a la vuelta de la esquina aplaudiendo en un mitin político del bandarra del pueblón, y los ministros pegan unos tiritos entre amigos y hacen lo que les da la gana. Es para echarse a temblar lo que esta gente haráentre amigos a la hora de contar las puntas de las cuernas y de que los palmeros les jaleen la farra. No hay Venecia que valga.

Publicado en Diario de Noticias el 22 de febrero de 2009

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