Juan Kruz Lakasta
Paradójica actuación la de los dos representantes del sindicato LAB que han tachado al director del Instituto Iturrama, Pedro Otaduy, de "cobarde" que realiza tareas de "sucio delator". Lo señalan con el dedo acusándolo de señalar con el dedo. Sobran dedos acusadores. Falta diálogo constructivo. Aunque no es fácil dialogar en un instituto en el que están matando moscas a cañonazos. En medio del estruendo, cada uno se refugia en su trinchera. Y la enseñanza pública en euskera queda desamparada. Muy probablemente eso era lo que buscaban las distorsionadoras voces mediáticas que pidieron a gritos la participación de la artillería judicial. En mi opinión, en un centro de enseñanza no caben homenajes a miembros de ETA. Lo creo por mis convicciones antimilitaristas. Por empatía con las víctimas. También porque es ilegal y puede acarrear consecuencias judiciales, que deberían ser tenidas en cuenta por quienes convocan a los estudiantes a este tipo de eventos. Ante actos como el realizado en el IES Iturrama el pasado septiembre, los miembros de la comunidad educativa -alumnos, padres, profesores- deben dialogar, analizar, solucionar. En eso consiste la educación. Lo que no resulta nada educativo es que intervenga la Audiencia Nacional. Mandar a menores de edad a un tribunal de excepción por una cuestión como la que nos ocupa resulta totalmente desproporcionado. Puede acarrearles penas de hasta cuatro años de reformatorio. Puede marcarlos de por vida. Pero Otaduy no es el culpable de que eso haya ocurrido. Y señalarlo como tal también puede marcarlo de por vida. Desde estas líneas quiero hacerle llegar un abrazo solidario. Solidario y crítico, más allá de posturas maniqueas. Él ni puso en marcha la maquinaria represiva de la Audiencia Nacional ni podía pararla. Sin su colaboración podrían haber identificado a esos mismos alumnos, o a más. Ahora bien, de un antimilitarista cabía esperar una postura más insumisa para con una institución que encarcela personas por el mero hecho de promover la desobediencia civil. Una institución que emplea la lógica militar aplicando -en palabras del gran Mariano Ferrer- un Derecho Penal de enemigo. Una institución que está matando moscas a cañonazos en el patio de su instituto. También cabía esperar de él una actuación más transparente, una comunicación más fluida con el claustro, los padres y los alumnos. Cúmulo de despropósitos y suma de graves injusticias: no es justo ni que los alumnos sean llevados a la Audiencia Nacional ni que Otaduy sea tachado de "sucio delator". Lo dicho: sobran dedos acusadores y falta diálogo constructivo.
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