viernes, 13 de febrero de 2009

Y a silbar

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Jorge Nagore

Peazo inundaciones. Y peazo incendio también el que ha habido esta semana en Baluarte, vista la cantidad de humo que me pareció observar la otra mañana. Espero que lo hayan apagado -pagado seguro que está-. Porque de humo y de nada más se puede hablar cuando un publicitado experto mundial en esto del talento -hay gente que se lo monta muy bien, hay que reconocérselo, éste es hasta Sir, juas-juas- se te viene hasta aquí previo hermoso y semipúblico pago y se larga una sarta de generalidades sobre el talento y su promoción que se las puede encontrar uno gratis viendo Gran Hermano , cuando una concursante le dice a la otra: lo importante es que seas tú misma, tía . O en un folleto de autoyuda: todos tenemos talento . El tío suelta eso y alguna obviedad más -"hay que dejar a los niños espacios creativos", ¡toma primicia!- y aquí nos lo venden como si hubiera venido Marconi a descubrir la telegrafía sin hilos. Eso sí, primer foro mundial sobre el talento, afirman. Claro, mañana monto yo con un colega un campeonato del mundo de recetas de bocatas de Nocilla y chorizo de Pamplonica y va a ser el primero, seguro. Pero, boutades al margen, Robinson, por eso de darle salsilla a la sinsorguez de sus afirmaciones, contó anécdotas, para recalcar que hay que saber ver el talento: dijo que a Elvis no le dejaron entrar en el coro -o en el club de canto- de su colegio. No sé qué biografías habrá leído de Elvis, yo en las seis o siete de a mil páginas que me he pimplao sólo he visto que a los 10 años una profesora -Mrs. Grimes- le animó a presentarse a un concurso y quedó segundo. Y que los maestros de su segunda escuela -cuando se mudó a Memphis- estaban encantados con su voz y su guitarra. Eso es talento: no decir nada, lo poco que dices decirlo medio mal y llevarte la pasta. Y a silbar.

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