Javier Eder
oy uno de los excéntricos que el otro miércoles tiró la tarde por la ventana con la lectura del Plan Global de Fomento y Desarrollo del Arte Contemporáneo en Navarra, plan en dos quinquenios que el consejero del ramo soltó en el Parlamento sin que nadie rechistara -nadie, nadie, que enfrente no hay nadie-. Como el Plan Global insiste en la importancia de conferencias y publicaciones, me acordé del difunto Oteiza, que en su tumba se revuelva. "¡Esto no es un libro! ¡Esto es un sarcófago!", exclamó una vez Oteiza, agitando un tocho de ésos. La de sarcófagos, catafalcos y relucientes ataúdes que han editado las administraciones en los últimos quinquenios, en nombre del arte contemporáneo, si no en el del mismo Oteiza. Y con qué de notas a pie de tumba. Cuán soporífero aparato, mal llamado crítico. Es el arte -viviseccionado, momificado- entre los doctores. Los propios sepultureros -por seguir con la terminología oteiziana- del Plan Global reconocen que el sopor les puede cuando se ponen a especular sobre el ser o no ser del arte contemporáneo. Ah, pero qué entusiasmo se apodera de ellos cuando el Plan llega adonde tenía que llegar: a la ampliación de mausoleos ya existentes o la proyección de nuevas catacumbas. Cuidado con las carteras, porque el Plan Global tiene un peligro de que Mangado aparezca por ahí que para qué. En esencia, el Plan, aparte de proyectar la carambola urbanística que la gran Barcina esperaba -con la ampliación del actual Mausoleo de Navarra, abriendo espacio sepulcral a algunas glorias vivas-, deja expresamente abierta la posibilidad de que Mangado -quién mejor que él- tire un túnel -si no la propia muralla- desde la Ciudadela hasta las catacumbas de su exhibicionista, mastodóntico, fúnebre y emblemático Baluarte. Un camarada comisario, docto en gestiones, va de suyo que afecto a los grandes planificadores, supervisará la marcha del plan doblemente quinquenal. Malas noticias para la vitalidad: la artística y la de nuestras carteras.
0 comentarios:
Publicar un comentario