PRIMERO , la confesión. Acerté el domingo al recelar del empate técnico entre PNV y PSE (ha habido una notable diferencia de seis, o cinco, escaños y 80.000 votos), pero erré en lo fundamental: el arrastre de Ibarretxe no ha impedido que la suma constitucionalista -se llame así o no- dé mayoría absoluta. Que sea por un solo escaño no es excusa. Ese escaño es también un mundo. Queda pendiente de verificación mi tercer pronóstico del domingo: que si el PSE tenía oportunidad de ocupar la Lehendakaritza, lo haría. A riesgo de tropezar dos veces en la misma piedra, lo mantengo. Luego lo explico. Veamos antes qué han dicho las urnas.
Las verdades de a puño
El voto nacionalista vasco mantiene la mayoría. Si computamos los votos nulos, que hubieran sido más de haber podido competir como el resto, PSE, PP y UPyD suman 35 escaños, a dos de la absoluta. El voto abertzale 40, con una ventaja de cinco para el PNV sobre el PSE. No es seguro que los promotores de las listas anuladas fueran a dar otra vez la mayoría a Ibarretxe, pero la Ley de Partidos ha sido determinante para la mayoría absoluta de PSE-PP-UPyD. Unos mismos votos, si válidos, permiten la mayoría absoluta de Ibarretxe; anulados se la otorgan a López.
El gran beneficiado de esta cita vasco-gallega es Rajoy, que obtiene una prórroga vital en su liderazgo. Pero también el PP: recupera Galicia, debilita en un momento crítico a Zapatero, se atribuye el trofeo de desalojar al nacionalismo vasco y delega en el PSE el gobierno de Euskadi en forma de patata caliente sometido a control remoto.
EA ha cometido un error mayúsculo. Su opción por romper la coalición electoral con el PNV ha sido internamente suicida, y letal para las aspiraciones del nacionalismo vasco. Para mayor sonrojo, su única representación parlamentaria la han obtenido en el territorio partidario de la coalición.
Otro gran equivocado es Pérez Touriño, presidente socialista de la Xunta. Se negó a adelantar las elecciones gallegas cuando su triunfo parecía asegurado porque la recesión era todavía una hipótesis, temible, pero no presente, y Rajoy atravesaba su crisis más aguda de liderazgo. Ahora Zapatero tiene tembleque: ha perdido Galicia y al gobernar en Euskadi arriesga los apoyos que le sostienen en el Congreso: deja suelto al BNG y enojado al PNV.
Frente a los errores de EA y el PSG, el acierto de Aralar. Acudir en solitario, sin atender a los requerimientos de EB, era como en el caso de EA una apuesta clarificadora pero arriesgada. La clarificación ha sido un éxito. Salta del grupo mixto a cuarta fuerza parlamentaria con más escaños que todo el grupo mixto, consigue una base sólida de asentamiento homogéneo en los tres territorios de la CAV añadida a su buena posición en Navarra y, con todas las reservas derivadas de la anómala situación de la izquierda abertzale histórica, avanza en su aspiración a constituirse en referente de la izquierda abertzale sociológica. En 2005, tuvo 2,3% del voto y EHAK 12,4. Según en qué parámetros se compute el voto nulo, la diferencia se ha reducido a dos o tres puntos.
Las verdades a medias
El triunfo de Ibarretxe. Excelente su campaña electoral que le ha permitido superar a López de manera contundente. En el cómputo de votos, pero también en el aprecio de la opinión. Pero, reconocido esto, en su apuesta fundamental de gobierno -asentar el cauce central del tripartito- su fracaso ha sido tan sonado como su triunfo personal. Ni los votos le dan, ni sus ocho años de esfuerzo le han permitido avanzar un metro en la cohesión de tal propósito. Estaban juntos, pero hace tiempo que habían dejado de ser un proyecto conjunto.
El triunfo del PNV. Incuestionable victoria. Ha superado todos los pronósticos y demostrado una extraordinaria capacidad para rehacerse en la adversidad y una fuerza electoral que convierte en aventurado el intento de formar un gobierno que la margine. Pero su apuesta fundamental era conservar el Gobierno y, si bien está por demostrar que la hayan perdido, es obvio que no la han ganado. El tópico de la "amarga victoria" se agrava si consideramos que, a día de hoy, su opción de mantener el Gobierno aumenta o disminuye en función de su disposición a relegar a Ibarretxe, algo verdaderamente comprometido tras la exhibición del lehendakari. Y podría ser más amarga la victoria si a la pérdida de Ajuria Enea se suma a medio plazo, como precio por el apoyo del PP, la Diputación alavesa.
El triunfo del PSE. Más votos y más escaños que nunca en unas autonómicas. Opción a colocar en Ajuria Enea al primer lehendakari no nacionalista vasco. Suficiente para estar más que satisfechos. Pero su pérdida de votos respecto de las últimas generales y la necesidad de apoyos incómodos e incoherentes para ganar la investidura, cuestionan el arrastre de López y la prudencia de una apuesta por gobernar con una mayoría por los pelos, sometida al tutelaje del PP y Rosa Díez, que debilita los apoyos de Zapatero. Pero esto pertenece al capítulo de la pregunta del millón. Antes una última verdad a medias.
La evolución hacia el bipartidismo. Verdad a medias, porque depende en buena parte de la digestión que de estos resultados y la consiguiente reformulación política que haga la izquierda abertzale histórica. Ya sólo cuatro partidos tienen grupo parlamentario, con un grupo mixto al que hay que dar de comer aparte por su variopinta composición, pero además tanto PNV como PSE suman por separado más escaños que el resto de los partidos juntos, y unidos más de dos tercios del total. Y esto es verdad tanto excluyendo el voto nulo como integrándolo en el reparto de escaños.
La pregunta del millón
No le daré muchas vueltas porque los pros y contras de la investidura de López es un asunto muy trillado. Me limito a razonar mi convicción de que López será, primero candidato, y luego designado lehendakari con el apoyo de PP y, de ser necesario, de UPyD.
Optará a ser lehendakari porque es lo único coherente con el núcleo vector de su campaña, y en el partido se han juramentado a no repetir el error de 1987.
Sólo puede contar con los votos de PP y UPyD porque el PNV no puede dejar tirado de buenas a primeras a un lehendakari que les ha llevado al triunfo con 30 escaños. El EBB no quiere y aunque quisiera no le dejarían las bases.
Contará con los votos de PP y UPyD porque ambos quieren, después de haber proscrito a la izquierda abertzale pata negra, colgarse la medalla de desalojar del Gobierno al nacionalismo vasco en general y a Ibarretxe en particular.
El problema para el Gobierno de Zapatero es real, pero no inmediato. Los presupuestos están aprobados y cómo comienza el mandato de López no prejuzga como vaya a evolucionar. El problema, no sería menor para la imagen de Zapatero si, derrotado en Galicia se achica ante el nacionalismo vasco en Euskadi. Aparte del chorreo que le esperaba, no tiene lógica alguna que en vigor la Ley de Partidos para hacer posible la alternancia, renuncie a ella cuando está en la mano. Lo única transacción posible sería que el PNV hincara la rodilla apartando a Ibarretxe. Hoy por hoy no parece posible.
Es cierto que el apoyo del Partido Popular y UPyD cuestiona la apuesta no frentista de Patxi López. Y si una vez hecha cumbre las dificultades arrecian, le queda la opción de convocar elecciones para que una vez asentado el aparato socialista en la Administración buscar desde el poder la ratificación del mandato. Que los problemas le vinieran de PP y UPyD sería un punto a su favor. Y para entonces un acuerdo pos electoral con el PNV no tendría los problemas de hoy.
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