miércoles, 4 de marzo de 2009

Bibliotecas y censura


Arantzatzu Amezaga

Hace siglos, en la última quema de la Biblioteca de Alejandría, ese tesoro de la Humanidad, afirman que el califa Omar acompañó la orden de incineración, con esta frase lapidaria: Si el contenido de las obras estaban de acuerdo al Corán, eran inútiles y si decían algo contrario, era condenable. Así que a quemarlas . Y ardieron los depósitos de la Biblioteca, alimentando por 6 meses los baños de la ciudad, pero que se ha convertido en la mítica procreadora, la madre de las madres, junto a Pérgamo y Efeso, de las bibliotecas del mundo.

La que había sido taller de trabajo intelectual en todas las materias exploradas por el hombre: astronomía, física, matemáticas, literatura, cultura de los diversos pueblos que tenían en ella representación, y ensayos políticos, la que fue maestra de foros de discusión, y tuvo como directores a los hombres más inminentes de su tiempo, contando entre sus colaboradores a mujeres de enorme importancia, cosa extraordinaria en ese tiempo, quedó reducida a cenizas.

Pero ha sido recordada e incluso, en nuestro tiempo, restaurada. Porque ha sobrevivido, como el ave Fénix a sus cenizas, y al pensamiento único que la destrozó. El que mueve a los hombres totalitarios que saben que basan su poder en la ignorancia. La Biblioteca es un reto a la sumisión que procura el analfabetismo cultural.

Se han quemado libros siempre que los dictadores han tomado el poder: lo hizo Hitler con los libros sagrados de los judíos e impidiendo, por ley, que ningún niño judío accediera a los espacios de las bibliotecas públicas. Ese fue el primer paso del Holocausto. Lo hicieron las tropas franquistas que ocuparon Tolosa: quemaron en plaza pública los libros de la Editorial López Mendizabal, que contenían obras en euskara, así se tratasen de devocionarios.

Hay muchos ejemplos, muchos más, y todos indican que la intolerancia y la censura nacen juntas, y que juntas caminan la misma vereda de opresión mental, en el grado que sea. Y con pasos menos graves pero igualmente peligrosos, se deslizan en cada instante de nuestras vidas. Hoy, en Navarra, por ejemplo.

Grave es que en una Biblioteca pública, la de Barañáin, los periódicos sean censurados por unos concejales que ni tan siquiera pueden leer el idioma en que están escritos, pero que forman parte, según el código de la Biblioteca, del mundo y de la cultura circundante en primer lugar, y en segundo de la libertad de prensa establecida en todo régimen democrático. Si se falla en esos principios fundamentales, la frágil pero preciosa vida de la Democracia, está en entredicho.

167 Bibliotecarios, a los que me uno pues lo soy de profesión y ejercicio durante toda mi vida, piden al gobierno de Navarra la revocación de la orden, en nombre de los principios éticos que hemos aludido.

El eslogan de este verano en la red de Bibliotecas Públicas ha sido Murgildu zaitez irakurketan 2008 udan/ Sumérgete en la lectura , y en un esfuerzo que quienes conocemos el funcionamiento de las bibliotecas sabemos lo arduo que resulta, se realizó la tarea de llevar la lectura a las piscinas, o lugares de esparcimiento.

Un libro para cada lector, un lector para cada libro, según la receta bibliotecaria que, desde los tiempos de Alejandría, venimos practicando a la manera benedictina, quienes amamos el libro como expresión del pensamiento humano, en todas sus vertientes y formas, pues se supone que sólo gracias a la lectura, a la concentración, a la reflexión y al conocimiento de los temas, los ciudadanos/as podremos conseguir una manera racional de pensamiento.

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