Juan Kruz Lakasta
La ikurriña ya no ondea junto al Ayuntamiento de Villava. El alcalde de NaBai, Pello Gurbindo, ha cumplido la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Navarra que ordenaba retirar la bicrucífera del mástil próximo al consistorio. Flameaba allí desde septiembre de 2007, cuando al entrar en vigor la Ley Foral de Símbolos, hubo de retirarse de la casa consistorial, donde había sido colocada en 1977, por decisión de los villaveses adoptada en democrático referéndum. Leo en este mismo periódico las reacciones de algunos ediles. Los de UPN se "congratulan" por la arriada. El PP navarro -el partido, no el presentador- se muestra "encantado". Los del grupo municipal socialista se dicen "satisfechos". Me sorprenden sus reacciones. Esos mismos concejales fueron los protagonistas del celebérrimo circo de las banderas del pleno villavés. Cuando los representantes de ANV desplegaron la ikurriña, ellos sacaron las banderas de Osasuna, Portland e Iron Maiden. Respondieron a la cerril obstinación identitaria del nacionalismo vasco, a su decimonónica propensión a atrincherarse tras una bandera, mostrándose como simpáticos ciudadanos del mundo, como modernos cosmopolitas de la política local. Su actuación obtuvo el inmenso eco mediático que sin duda merecía. Durante semanas aparecieron una y otra vez en prensa, radio y televisión a cuenta de sus coloridas y apátridas banderas. Por eso digo que me asombran sus valoraciones en torno a la retirada de la ikurriña. No entiendo a qué viene tanta congratulación, encantamiento, satisfacción. No es propio de simpáticos ciudadanos del mundo alegrarse porque se arría la bandera que una parte de tus conciudadanos siente como suya mientras la tuya continúa ondeando. No es propio de modernos cosmopolitas crear una ley ex profeso para proscribir los símbolos de los demás y blindar los tuyos. Todo eso es propio de los peores nacionalistas: los intransigentes, los dominantes, los impositores. Lo propio de auténticos ciudadanos del mundo, de verdaderos cosmopolitas, sería retirar las banderas que ahora ondean en el balcón consistorial y colocar en su lugar las de Osasuna, Portland e Iron Maiden. Yo me apunto. No sé por qué me parece que ellos, no.
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