La foto de los dos máximos representantes del nacionalismo español en Vascongadas, Patxi López y Antonio Basagoiti, dándose la mano y sonrientes, es todo un símbolo que nos debe conducir a la reflexión. Ambos mandatarios y los partidos españoles a los que representan, aunque teóricamente tienen diferencias abismales, cuando de defender a España se trata se identifican con indisimulado entusiasmo. Les une el ser nacionalistas españoles y ello les resulta suficiente.
Aunque ni la trayectoria política de ambos partidos -unos herederos directos de los golpistas del 36 y otros miembros de un partido que en su evolución ha perdido todo vestigio de izquierdas- ni sus métodos antidemocráticos me producen ninguna envidia, resulta evidente que nos han dado toda una lección de pragmatismo político. Y de esa actitud entiendo que tenemos bastante que aprender, puesto que en esta ocasión ellos son los que nos señalan el camino a seguir. En vista de esta estrategia, recobra actualidad el mensaje de nuestro inolvidable Telesforo Monzón: «Los abertzales debemos de caminar unidos hasta Maltzaga», es decir, debemos de recorrer conjuntamente el camino que nos posibilite recuperar nuestra identidad como pueblo para después defender cada cual su proyecto político diferenciado.
Es evidente que en una parte importante el matrimonio PSOE-PP se basa en intereses económicos y políticos. Se unen porque se van a repartir el pastel de una Administración con cientos de puestos de confianza política y docenas de empresas públicas. Pero, al mismo tiempo, es de reseñar que dos partidos que en el Estado español andan a la gresca y continua confrontación se unen en un territorio para defender la idea de la «España Una y Grande». Han concedido prioridad a su conciencia nacionalista española. Y esa es la primera enseñanza que debemos aprender: nuestra obligación de defender a Euskal Herria va más allá de los intereses partidistas y los beneficios particulares.
A pesar de las diferencias, a pesar de que diariamente se tiran los trastos a la cabeza, PSOE y PP se han unido para homologar el País Vasco al resto de España. Al igual que resultara hace ahora casi dos años en Nafarroa, también en Vascongadas ha prevalecido la «razón del estado» y se han unido para obligarnos a ser España. Imponernos un proceso de asimilación forzosa con ropaje de una democracia trucada y falseada. ¿Cuándo nos uniremos todos los abertzales para defender con firmeza y sin miedo el derecho a decidir que nos asiste como pueblo?
¿Si los partidos españoles o franceses que disponen de un estado armado hasta los dientes y unas estructuras bien enrocadas con presencia en todos los foros del mundo se unen para defenderlas, qué no deberíamos hacer los vascos a quienes se nos niega la propia existencia como pueblo diferenciado y distinto del resto? La nación vasca está sojuzgada; territorialmente dividida hasta en siete administraciones diferentes; con una lengua marginada y socialmente minusvalorada durante decenas de años; perseguida por intentar crear instituciones vascas que nos representen en los siete territorios en las que se configura nuestra tierra... ¿No somos conscientes de que si queremos sobrevivir como nación diferenciada tenemos que unir nuestras fuerzas de manera imperiosa?
La segunda enseñanza a sacar es que debemos defender lo nuestro sin complejos, con autoconfianza. El PSOE y el PP no tienen ningún complejo en hacer frentismo español contra el abertzalismo, y lo hacen con tal desfachatez, además, que niegan que exista tal. Ellos, que durante los últimos diez años no han cesado de repetir que el PNV hacía frentismo abertzale, a pesar de que en el Gobierno participaba IU-EB, ahora que ellos efectivamente han marcado una línea divisoria entre los partidos españoles a ultranza y el resto, se pasan todo el día negando tal evidencia y actuando como si lo de ellos fuera la esencia de la democracia. El PNV no supo defender con gallardía y sin complejos un Gobierno que reclamaba, aunque exclusivamente fuera de palabra, el derecho a decidir y los partidos españoles desautorizaron dicha actitud como excluyente y frentista. Estos partidos aprovechan los complejos de determinados vascos para desautorizar el carácter democrático de la defensa de nuestra identidad como nación diferente.
Algo parecido han hecho con el euskara. Tanto el PSOE como el PP han venido torpedeando cualquier planteamiento orientado hacia la normalización de nuestro idioma propio, pero en vista de que aún así se estaba avanzando pasaron a la acusación de que los partidos abertzales imponían el aprendizaje del mismo. Ante ello, los representantes del PNV en las instituciones, lejos de realizar una defensa argumentada sobre el carácter democrático de un plan de normalización, se pusieron a la defensiva interiorizando la mentira y tergiversación de ambos partidos y planteando que efectivamente no había que imponer el euskara. Y a continuación, una mentira interiorizada como verdad les ha dado alas para defender la «libertad de aprendizaje» como un principio democrático, cuando en realidad es un atentado en toda regla contra los euskaldunes que en ley tenemos derecho a vivir como tales, mientras en la vida diaria se conculcan sistemáticamente nuestros derechos lingüísticos. Y los partidos españoles ni se sonrojan.
Y la tercera lección que debemos aprender los abertzales es valorar la gran fuerza que tienen los símbolos para fortalecer la conciencia de nuestra identidad diferenciada. Es curioso, pero la base del acuerdo PSOE-PP está orientada en dos direcciones: por una parte, hacer desaparecer los símbolos que nos diferencian e imponer los que nos uniformizan con España y, por otra parte, impulsar una lucha ideológica para asimilarnos en la España más rancia a través del férreo control de la EITB. Veamos algunos ejemplos: hace años comenzaron su particular cruzada contra la ikurriña impulsando una Ley sobre Banderas orientada a marginar una de nuestras enseñas más referenciales hasta convertirla en ilegal en Nafarroa. En los últimos meses han comenzado a perseguir las placas y fotos de los presos y las presas, así como toda referencia a los distintos luchadores por la nación vasca. La desaparición del mapa de Euskal Herria -junto al euskara uno de los pocos vestigios de nuestra nación vasca que se mantiene en la ETB- se ha convertido en una obsesión para el PP, hasta el punto de que rápidamente será transformado en el raquítico mapa autonómico de las tres provincias. El odio hacia todo símbolo que unifique Euskal Herria es tan vivo que, aunque por ahora tímidamente, incluso se ha escuchado alguna voz proponiendo que el Aberri Eguna se cambie de día y se transforme en una fiesta referida únicamente a las tres provincias occidentales. Estos no son más que algunos ejemplos de una larga lista.
Y si la desaparición de todo símbolo que haga referencia a la realidad nacional vasca es objetivo importante, más lo es la lucha ideológica contra toda posibilidad de cambio de marco jurídico-político que haga referencia al derecho a decidir de los vascos y las vascas o a la unidad territorial de las provincias que democráticamente así lo decidan. Para ello acallarán o cercenarán el pensamiento político de la izquierda abertzale. Qué otra cosa podía querer decir López cuando tras la primera reunión con Basagoiti señalaba: «Haré desaparecer todos los espacios de impunidad de quienes hoy siguen amparando el terrorismo para que no tengan lugar ni en la plaza de los pueblos ni en los medios públicos de comunicación»? ¿Significa que va a aumentar la persecución de las ideas para que nadie hable en la radio o la televisión a no ser que sea de su agrado? ¿Dará órdenes para que se persiga, con más saña si cabe, nuestras ideas políticas ? ¿Además de «ilegalizador» será el «inquisidor» mayor del reino ?
Para terminar estas reflexiones, decir que el pacto PSOE-PP nos va a deparar momentos duros para todos los que apostamos por una Euskal Herria no sometida a los estados español ni francés y libre para organizarse como nación diferenciada. Van a utilizar todos los mecanismos en su mano para la asimilación del idioma, la cultura y los símbolos de la identidad vasca. Y ante esta ofensiva no tenemos otra alternativa que reagrupar a todas las fuerzas políticas, sindicales y sociales soberanistas. Reagrupamiento que se debe realizar en torno a un proyecto político de amplia base común y un compromiso de compartir liderazgos en un derroche de altruismo y trabajo silencioso.
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