Tanto en lo local como en lo global vivimos tiempos de incertidumbre, tiempos de ensimismamiento. La ideología liberal, que todo lo envuelve, proclama a los cuatro vientos que el «individuo» es lo importante, que lo colectivo pasó al basurero de la Historia. La metafísica está nuevamente de moda y todos somos iguales una vez despojados de lo social. Por eso tenemos los mismos derechos aunque existan, eso sí, pequeñas diferencias, pero sólo de matiz.
Celebremos pues nuestra pertenencia a un sistema que, como individuos, nos hace iguales. Y arrimemos el hombro ahora que el sistema tiene algunas dificultades. Permitamos que el dinero de nuestros impuestos vaya a parar a las manos de los individuos que han «implementado» las políticas económicas que han llevado a esta divertida crisis para que puedan volver a hacer lo mismo. Al fin y al cabo, tomados aisladamente y en porretas, son como nosotros sólo que un pelín más listos. Ahora sin el antifaz de la conciencia de clase podemos ver nítidamente que nuestra posición social es mero reflejo de nuestras habilidades y no culpa del sistema social que en lo formal a todos nos iguala.
Por eso hay sindicatos que abogan por el diálogo social, un diálogo entre individuos iguales en derechos. ¿Que Erich Schmitt, presidente de Seat, pide la congelación salarial durante dos años? Pues CCOO y UGT hacen suya la propuesta animando a los individuos-trabajadores a aceptarla. El premio: el orgullo de producir el nuevo Audi Q3, un coche de alta gama que nunca podrán conducir. Y así, empresarios y trabajadores, individuos todos, ambos Q3 pero contentos. Alejados de la decimonónica y aburrida lucha por el cambio social que dividía a los individuos, ahora todos en la lucha por la autorrealización individual. Más bien que pa qué.
Y no sólo en lo económico, no, también en lo territorial. Vascongadas es hoy el ejemplo y Nafarroa lo fue con anterioridad. Pasó el tiempo de trasnochadas dicotomías de izquierdas y derechas. Patxi López y Arantza Quiroga son intercambiables, quitando particularidades como el uso o no del preservativo, las bolas chinas o los vibradores anales; a los dos les une la encomiable y difícil misión de convertir a los irredentos y tribales vascos en individuos iguales, es decir en españoles. Aunque para ello haya que acosarlos, ilegalizarlos, encarcelarlos y practicar el apremio en las comisarías. A esto se refiere Arantza cuando afirma en la toma de posesión de la presidencia del Parlamento «Hoy iniciamos la novena Legislatura en una Cámara plenamente democrática, al servicio de toda la sociedad vasca. Un Parlamento plural, reflejo de una sociedad plural». Una pluralidad un tanto singular que deja fuera a un parte de los individuos que componen la sociedad.
Y citando a Pericles, «somos libres y tolerantes en nuestras vidas, pero en los asuntos públicos nos ceñimos a la ley», pide tolerancia de sus creencias.
Recordemos, pues, a Pericles: «Cuando los tiranos parecen besar ha llegado el momento de echarse a temblar».
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