martes, 21 de abril de 2009

De rancheras y boleros


Aingeru Epaltza

D
ecía el otro día Miguel Sanz en este periódico: "Cuando cogí las riendas de UPN el partido era un potro encabritado y ahora es un caballo alazán". Los entrevistadores ayudaron, pero ¿a que suena a ranchera? Qué decir de este otro: "En cuanto conocí a Barcina pensé que no la podía dejar escapar". Una letra perfecta para un bolero. Ambos géneros le pegan bastante al corellano. No casa tanto con él ser licenciado en Humanidades y todavía menos su confesa vocación de profesor universitario. Eso sí, en la privada, con puertas de más fácil apertura para casos como el del todavía presidente del Ejecutivo foral. Yo pagaría por asistir a una clase suya. No así para escuchar una lección de su sucesora al frente del partido. El domingo, Barcina sonrió mucho en su discurso después de ser elegida presidenta de UPN, pero no ofreció una sola idea fuera de los habituales lugares comunes del navarrismo. Nada sorprendente en un acto donde todo sucedió según lo previsto. Hasta el 89% de respaldo conseguido por ella parecía programado para ilustrar un arrasador apoyo, sin atravesar el poco decoroso umbral del 90%, propio ya de comité central norcoreano. La mujer por la que Sanz ha trabajado tanto tenía además que superar en votos a Catalán, y así ha sido, unos pocos más, suficientes para que su estela no se vea ensombrecida por la del nuevo vice y frustrado contrincante congresual. Eso es organización, lo demás son tonterías. Todo estaba tan cantado que la sorpresa habría sido precisamente eso, alguna sorpresa. Tengo para mí que la todavía alcaldesa de Pamplona se dejó su carné del partido en el coche, aconsejada por las que velan por su imagen. Era quizás la única forma de proporcionar una anécdota a la prensa y dar de paso una nota de color humano en ese gris Barcina que, desde la capital, va a proyectarse a partir de ahora a toda la provincia. Mucho me temo que acabaremos añorando a su padrino, el de las rancheras.

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