domingo, 13 de septiembre de 2009

Pancartas


Carlos Pérez Conde

La Policía Municipal de Pamplona puso en conocimiento judicial el contenido de las pancartas sanfermineras de las peñas San Fermín y Armonía Txantreana. Motivo: presunto delito de enaltecimiento del terrorismo. El equipo de gobierno municipal (UPN), con el beneplácito del PSN, dejó en suspenso la subvención de fiestas a estas peñas. Al hacer público el anuncio de las medidas, el alcalde en funciones precisó: la bienvenida "Ongi etorri Kurika" (Armonía Txantreana) se refiere a Miguel Ángel Gil Cervera, miembro de ETA condenado por tres asesinatos y en prisión domiciliaria por motivos de salud; el texto "Iñaki etxera" (San Fermín) alude a Iñaki Marín, en prisión preventiva procesado como presunto autor de lanzamientos de cócteles molotov. Las peñas afectadas consideran ofensivas las acusaciones. Las pancartas de las peñas tienen una larga trayectoria como aguijón social y político, después de que en los años 20 y 30 del siglo pasado las sociedades y cuadrillas (La Marea, La Cometa, La Artística, La Alegría, El Llavín), precursoras de las actuales peñas, dedicaran sus literarios carteles a saludar a los forasteros. A partir de 1943, Pedro Martín Balda concibió y pintó durante lustros las telas de la mayoría de las peñas, a las que Manuel Turrillas había compuesto el himno. Los textos de las canciones, obsoletos hoy en muchos de sus conceptos y expresiones, reflejan el carácter rural, folclórico, masculino, báquico y ocurrente de aquellos Sanfermines. Los dibujos de Balda hurgaban con ironía hasta donde la censura daba licencia, lo que no solía sobrepasar la chanza municipal. Con la Transición, las pancartas tuvieron más autores y adquirieron mayor atrevimiento. En general, la grafía se despersonalizó, el dibujo perdió potencia visual y una multiplicidad de temas tendió a emborronar toda la tela. Los conflictos laborales, la represión policial, la guerra de las banderas, la democracia, la monarquía borbónica, la Iglesia, la patronal, cuestiones internacionales y, por supuesto, asuntos relacionados con el movimiento de liberación nacional vasco, la ausencia en las fiestas de presos y exiliados y la demanda de amnistía han ocupado anversos y reversos de pancartas. Su contemplación sosegada y lectura analítica ofrece escasas oportunidades: la tarde de presentación, la reproducción en prensa y los tarjetones editados. Tanto en marcha como en las paradas, resultan ilegibles. De ordinario, las denuncias han dado notoriedad a los hechos denunciados. También esta vez. Los autores y las peñas incurrieron en imprudencia temeraria en estos tiempos de minuciosa depuración de símbolos vinculados a ETA y su entorno. Ahora toca rigor en el control. Las condiciones de sus bares, las pancartas. Barcina y UPN les tiene ganas.

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