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Dos circunstancias han marcado el verano y explican la deriva de los acontecimientos: en primer lugar, la crisis interna de UPN, que en parte es consecuencia de la traumática ruptura con el PP, pero que va más allá tras el dedazo de Sanz; en segundo lugar, una grave crisis económica a la que el Gobierno de Navarra no sabe cómo enfrentarse, porque carece de recursos, de ideas, de reflejos y hasta de entusiasmo. Esperando que las cosas se arreglen por sí solas (¿dónde están las promesas de pleno empleo de hace sólo unos meses?), Miranda y Sanz, perplejos y apesadumbrados, intentan capear el temporal sin una política económica digna de tal nombre, mientras el mundo se desmorona para miles de personas, abocadas al desempleo y la frustración, sin que haya manera de saber cosas tan elementales como la evolución de la recaudación o el nivel de endeudamiento, uniéndose a la incapacidad la falta de respeto.
Como queda mal que este contexto presida el devenir informativo del verano -época en la que, además, escasean las noticias- se trataba de sacarse artefactos de la manga para entretener al personal y hacer olvidar los problemas propios -quizá más graves de lo que se pretende aparentar- o los que, siendo generales, se agravan por la propia incompetencia. El truco es antiguo: buscar un enemigo exterior o un mono de feria al que sacudir sin contemplaciones. Que elijan a Nafarroa Bai no es nuevo y hay muchas razones para ello. La principal, que es la única oposición real en Navarra. Aunque esta vez la campaña ha sido particularmente intensa y desabrida con andanadas inusitadamente virulentas (que ya es decir), en las que la escasa calidad de la munición se intentaba suplir incrementando los efectivos. Ellos sabrán a qué viene tanto nerviosismo.
La excusa ha sido el brutal retorno de ETA y los medios, qué raro, la condena del terrorismo y la obscena manipulación e instrumentalización de las víctimas. Y si no basta con UPN o el PSN para dirimir quién es demócrata o quién es terrorista, ya está la AVT decidiendo quién cumple la ley y quién no, o quién es cómplice de ETA. Habrá víctimas que, individualmente, se sentirán cómodas por esa instrumentalización que se hace (a través de partidos políticos y organizaciones) de ellas, allá cada cual con su ideología. Pero echándose como colectivo en brazos de la extrema derecha y atacando a quienes, siendo demócratas, están sin dudas, sin fisuras y sin nada que reprocharse, en contra de la violencia y así lo manifiestan, hacen un flaco favor a la ingente y necesaria tarea de lograr que toda la sociedad sienta las víctimas como propias. No ir del brazo de la AVT o no caer en las trampas saduceas de UPN no significa apoyar a ETA. Bailar el agua a UPN o ir del brazo de la AVT puede contribuir a empañar el respeto que merecen las víctimas y someterlas a intereses espurios para conseguir fines igualmente bastardos. Porque no nos engañemos, en toda esta operación lo que menos importa es ETA o las víctimas. La prioridad no es otra que destruir a un adversario político que incomoda a todos.
La posición de Nafarroa Bai es irreprochable y éticamente mucho más próxima a lo que debe ser una condena que los textos propuestos por UPN. UPN (también el PSOE) ha apoyado en multitud de ocasiones textos distintos en foros distintos y nadie se rasga las vestiduras. Incluso ha votado textos que se exceden de las competencias del órgano en que se proponen o van contra la misma ley, como cuando se pretende decir a los jueces cómo han de juzgar y qué sentencias han de imponer, o fijar el régimen penitenciario de los condenados por terrorismo. La obligación de UPN, como partido mayoritario, es buscar el consenso. Lejos de eso, procura el disenso y cultiva el enfrentamiento para obtener réditos políticos. Así, los comunicados de condena se van volviendo más y más prolijos. ¿Alguien duda de que si se acepta lo que hoy se propone, mañana se tratará, pongamos, de la Virgen del Pilar y pasado mañana de la monarquía, de Santiago Matamoros o de cualquier otra cosa que a UPN le parezca inasumible por Nafarroa Bai?
El espectáculo dado en Berriozar (comunicado de la AVT incluido) va en la misma línea, con el concurso inestimable esta vez de algún paracaidista con ansias desmedidas de protagonismo que parece sufrir lo que podríamos denominar el síndrome del papable (consecuencia de entrar en el cónclave como Papa y salir como cardenal). Berriozar no es sino un episodio más (al que seguirán otros en las próximas semanas) de una estrategia global de desestabilización de aquellos municipios gobernados por Nafarroa Bai, emprendida por UPN al día siguiente de las últimas elecciones municipales y a la que terminó por sumarse el PSN, con cierto retraso pero no con menos entusiasmo (meritoria tarea, ser el báculo de la derecha). Ésa es la realidad, que ni tiene que ver con el terrorismo ni con las víctimas, que aparecen en el escenario sólo a causa de la impudicia y la falta de escrúpulos de algunos para servirse de ellas, organizando una demostración de fuerza a su costa que, para colmo, se saldó con un rotundo fracaso.
Mientras tanto, las tensiones internas de UPN revelan algunos detalles curiosos que hacen del partido una versión reducida, pero no menos áspera, del PP. Empecemos con Barcina. Ocurre a menudo que el autoritarismo se confunde con capacidad de liderazgo o de gestión. Pero tener mal carácter o no consentir la discrepancia no tiene nada que ver con la capacidad de gobierno, aunque fue considerado un mérito a la hora de ser digitalmente ungida por el caudillo como nueva presidenta del partido. ¿Y qué ocurre cuando Barcina se enfrenta a un problema de enjundia en su propio equipo municipal? Nada. Se va de vacaciones, deja que el asunto se pudra y pospone la decisión todo lo posible. Ni más ni menos que la estrategia de Rajoy desde que está al frente del PP.
En cuanto a Sanz, pasado el momento solemne del relevo, parece llevar bastante mal lo de su jubilación. No se resiste a seguir ejerciendo como presidente del partido, impidiendo que hable precisamente quien tiene ahora esa responsabilidad o marcando pautas y estableciendo criterios. No parece atraerle el papel de reina madre que le correspondería en la nueva coyuntura (tampoco está mal que te vayan a tocar la gaita todos los días). Lleva el mismo camino que Aznar. Igual hasta tiene ya, también, su Murdoch foral para llenar sus ocios jubilares.
Barcina como Rajoy. Sanz como Aznar. Eso sí, todo acomodado a la idiosincrasia foral. Falta, para darle el picante que la situación demanda, nuestra Aguirre particular. En cualquier caso, el alboroto va apoderándose de UPN, incapaz de contener las tendencias centrífugas, y la derecha navarra parece encaminarse al batiburrillo que fuera en otro tiempo (y que, en realidad, nunca ha dejado de ser): de momento ya hay tres siglas en la derecha navarra (cuatro, según se mire).
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