martes, 22 de septiembre de 2009

El sur


Aingeru Epaltza

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N esta provincia te llueven obleas si pones encima de la mesa el cada vez más escandaloso desequilibrio territorial entre Montaña y Ribera. El otro día lo hizo Jorge Nagore en esta misma página y casi le aplican la ley de Linch. El sur pesa mucho, en opinión, votos y dinero. Bastante más que ese norte, secularmente silencioso, cada vez más concienzudamente despoblado y ninguneado, al que algunos sólo ven como reserva de agua, lugar de paso internacional y enclave verde de fin de semana. Pamplona, antigua capital de la Merindad de las Montañas y tradicional punto de encuentro entre las diferentes navarras, sufre desde hace décadas una salvaje operación de despersonalización dirigida desde el propio Ayuntamiento a golpe de plan parcial, prohibiciones y escuelas infantiles de modelo British . Desde que los jóvenes cachorros del sur desplazaran a la vieja aristocracia pamplonesa al frente del navarrismo, el centro de gravedad de esta provincia no ha dejado de bascular hacia el Ebro, tanto en su imaginario cultural y social como en lo económico y político. No sé qué pensaría la gente si el grueso de la clase dirigente de la provincia tuviera su origen geográfico en, por ejemplo, la comarca de Baztan-Bidasoa, o en los valles pirenaicos. Pues bien, el haber nacido en algún punto entre Corella y Tudela parece ser hoy condición necesaria para ser alguien en los partidos que se reparten la tarta foral. En caso de no ser así, lo fetén es ser una marciana con la sensibilidad de una excavadora hacia el lugar que te ha acogido, como es el caso de Barcina y de otros navarros de toda la vida llegados aquí con el aluvión de la University of Navarre . Con todo ello, lo normal es que el dinero, como el agua, fluya hacia el sur, mientras que arriba -territorio sospechoso y desafecto- no quede más que la calderilla, en el mejor de los casos.

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