domingo, 31 de mayo de 2009

El cardenal Cañizares y la ordenación de los pecados


Fede de los Ríos

El pasado jueves una amiga me dice que en «Abc» hay un suplemento interesante. Me acerco al quiosco, adquiero el diario fundado en 1903 por Torcuato Luca de Tena y descubro en su interior «Alfa y Omega», la revista del Arzobispado de Madrid, cubículo de Rouco. En la página 9, un interesante artículo de Ricardo Benjumea, redactor-jefe del semanario, lleva por título «La violación, ¿fuera del código Penal?». Su tesis principal: «Cuando se banaliza el sexo, se disocia de la procreación y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal».

Leo y releo y me cuesta entenderlo. En defensa de su argumento habla de «la pastilla que convierte las relaciones sexuales en simples actos para el gozo y el disfrute». Debe ser un lenguaje críptico para iniciados vedado a los profanos en las cosas del fornicio a la manera católica.

Tan sólo un día después habla el único, el inigualable, el mayor defensor de la fe católica que conocieron las Españas, el flamante Arzobispo Administrador Apostólico de Toledo y Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos: el cardenal Antonio Cañizares Llovera. Sí hombre sí, aquél que pedía «a todos, con la protección de la Virgen, la defensa de la unidad inquebrantable de España» porque la veía amenazada y «la unidad de España es un bien moral y mantener esa unidad corresponde a las exigencias del bien común». El mismo que declaraba que «las comunidades que pidan una especie de autodeterminación o una autodeterminación plena, tendrán que buscar unas señas de identidad que ya no será la identidad cristiana porque ésta es unificadora». Iluminado por el Espíritu Santo ha vuelto a hablar forzado por escándalo de los abusos de menores en las escuelas católicas irlandesas. Abusos físicos, psíquicos y sexuales sobre 35.000 menores en 216 instituciones católicas en la verde Irlanda. «Esas conductas son totalmente condenables y tenemos que pedir perdón. No obstante, no es comparable lo que haya podido pasar en unos cuantos colegios, con los millones de vidas destruidas por el aborto».

Impresionante. Empiezo, ahora sí, a entender al críptico redactor-jefe de «Alfa y Omega». Desconozco si el sexo practicado con los niños irlandeses habrá sido banal o no, lo que es claro es que fue disociado de la procreación y totalmente desvinculado del matrimonio, ergo esas violaciones no pueden ser consideradas delito penal. Nimiedades. ¿Quién nos asegura que en realidad esos menores no fueran como los que relataba hace unos meses el Obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez? Menores que no sólo consienten, sino que incluso a él le provocan.

Mayor Oreja ha salido en defensa de Cañizares. Dice que lo declarado por el prelado es verdad, pues «lo único que hace es una cierta ordenación, dentro de la aberración de ambas cosas».

Ahora lo entiendo. No puede compararse una violación en la que se usa condón con una violación natural. La primera es mucho más aberrante, se pierde la semillita.

Publicado en Gara

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