Son apabullantes las noticias sobre piratas en las costas de Somalia. Para mí es casi como encontrar, hoy día, dinosaurios en la selva amazónica. Los piratas eran, hasta ahora, personajes legendarios de mi infancia. En el carnaval, disfrazados o no de piratas (turbante rojo de seda en la cabeza, cubreojo negro y espada de palo), cantábamos alegres la famosa marcha de 1947: «Yo soy el pirata de la pata de palo /de ojo de vidrio/ de cara de malo...».
De pronto aparecen noticias de que, en pleno siglo 21, hay piratas de verdad atacando grandes embarcaciones en el litoral de Somalia. Es Homero quien, en la Odisea, cita por vez primera el vocablo «pirata», que se deriva del griego «asaltar».
Entre los siglos XVI y XVIII los piratas infestaron el Mar Caribe. La actual Isla de la Juventud, en Cuba, era conocida como la Isla del Tesoro y fue motivo de varias historias de aventuras. Allí escondían los piratas sus botines.
¿Todos los piratas son bandidos? El historiador norteamericano Marcus Rediker, en el libro «Villains of all Nations» (Villanos de todas las naciones), describe las dramáticas condiciones en que trabajaban los marineros ingleses en los siglos pasados. Vivían en un infierno flotante, tratados como esclavos. Quien se rebelara era azotado como nuestro Juan Cándido, el «almirante negro» de la Revuelta de Chibata (1910). Los reincidentes eran echados a los tiburones; y los supervivientes recibían salarios de hambre.
Los marinos que desertaron de la inhumana Marina de sus majestades se volvieron piratas y crearon «otra marina posible»: abolieron la tortura, empezaron a escoger a sus comandantes por elección, compartían el botín. Mientras ellos asaltaban navíos, la Marina europea saqueaba países -en Asia, en África y en América Latina-. Que lo diga, si no, la historia de nuestro continente...
Según Rediker, los piratas, que acogían a bordo esclavos africanos para liberarlos, implantaron «uno de los proyectos más igualitarios para distribución de recursos que hubo en todo en el mundo durante el siglo 18».
Somalia colapsó en 1991, y desde entonces sus nueve millones de habitantes viven en situación de miseria. El litoral del país es utilizado por las naciones metropolitanas como basurero de residuos nucleares. Junto a la basura atómica, también han sido derramados otros tipos de desechos en el mar de Somalia, causando enfermedades en la población, como erupciones en la piel, náuseas y malformaciones en niños. Después del tsunami del 2005, muchos presentaron síntomas de radiación. Murieron unas 300 personas. E innumerables barcos europeos pescan en el litoral de Somalia, sacando cada año muchas toneladas de atún, camarón y langosta.
Así, los «piratas» somalíes -que se autollaman «Guardia Costera Voluntaria de Somalia»- son pescadores afectados en sus derechos y en busca de alguna compensación ante el saqueo y la contaminación de sus aguas por parte de las naciones europeas. En una entrevista para el diario The Independent, Sugule Alí, uno de los líderes de los «piratas», declaró: «No somos bandidos del mar. Bandidos del mar son los pescadores clandestinos que saquean nuestros peces».
Johann Hari, columnista del periódico inglés, se pregunta: «¿Por qué los europeos suponen que los somalíes debieran dejarse morir de hambre pasivamente en las playas, asfixiados en la basura tóxica europea, y asistir pasivamente a los pesqueros europeos (entre otros) que pescan peces que después los europeos comerán elegantemente en los restaurantes de Londres, París o Roma? Europa durante mucho tiempo no hizo nada. Pero cuando algunos pescadores reaccionaron y se entrometieron en la ruta por la que pasa el 20% del petróleo del mundo, inmediatamente Europa despachó para allá sus barcos de guerra».
En el siglo 4 a. de C. un pirata fue llevado preso a la presencia de Alejandro Magno, quien le preguntó si quería convertirse en señor de los mares. El hombre respondió cuál era su intención: «Lo mismo que usted, haciéndose señor de las tierras; pero como mi barco es pequeño soy llamado ladrón; mientras que usted, que comanda una gran flota, es llamado emperador». Y hoy ¿quién es el principal ladrón?
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