martes, 19 de mayo de 2009

Censura y autocensura

Aingeru Epaltza

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a censura tapa bocas. Impone silencio. Pero a veces al censor le sale el tiro por la culata y acaba poniendo altavoz a lo que quería acallar. Ocurrió la semana pasada, con la pitada al Rey y al himno nacional en el partido de final de Copa. Un vulgar acto de manipulación televisiva hizo que los ecos de un abucheo esperado y asumido llegaran a donde nunca se pensó. En el último franquismo y los primeros años de la Transición la censura contribuyó al éxito de productos mediáticos, literarios o cinematográficos de difusión limitada en circunstancias normales. Han pasado no pocos años, pero el poder sigue aplicándola. En Pamplona y Barañáin, todavía colea la prohibición de UPN a la compra de Berria y Gara en las bibliotecas públicas. Qué solos hemos dejado a unos ejemplares y profesionales bibliotecarios en la oposición a una decisión que atenta contra el pluralismo y la libre circulación de las ideas. Aunque de forma más sutil que en el franquismo, la censura sigue vigente. Y no digamos la autocensura, esa castración de la mente que provoca el temor a desagradar al que manda. En nuestra feliz comunidad, el fenómeno está al orden del día. Pocos días atrás se celebró en el Baluarte el concierto homenaje al que fuera fundador y primer director de la Coral de Cámara de Pamplona, Luis Morondo, en el centenario de su nacimiento. El programa del acto incluía la composición Gure herriko abestitxoak , conjunto de canciones populares vascas armonizadas por el propio Morondo, a las que este puentesino de pro que firmaba sus obras con el seudónimo Gares'tar Koldo daba colofón con una composición propia titulada Gora Euskalerria . Una decisión de última hora tomada cuando la Coral estaba ya en el escenario privó al público y a las autoridades presentes de escuchar esa parte final, fiel reflejo del pensamiento y la obra del homenajeado. Hay miedos insalvables. Aquí y ahora, vasquear se paga caro.

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