domingo, 24 de mayo de 2009

Recordando el Mississippi


Juan Kruz Lakasta

Se celebra hoy la fiesta de la escuela pública euskaldun en el parque de la Taconera. Yo estudié en la primera escuela pública en euskera, ya que la Ikastola Municipal de Pamplona fue pionera en su género. Comenzó su andadura hace la friolera de 30 años. Cómo pasa el tiempo. Entonces el mono Txarli aún vivía en su jaula de la Taconera, los Peta Zeta eran legales y en vez de con la Play Station jugábamos con los Juegos Reunidos Geyper. Nuestra ikastola sufrió durante lustros una situación de alegalidad y graves carencias en medios materiales y humanos. Suena duro, pero en realidad éramos la envidia de la chavalería del barrio. Teníamos más vacaciones que nadie, porque con tantos problemas el curso siempre empezaba tarde. Nos pasábamos medio año recibiendo clases en los animados porches de la plaza del Castillo, a modo de protesta. Cuando recibíamos las clases bajo techo, en vez de hacerlo en convencionales y aburridos colegios de hormigón, lo hacíamos en fascinantes barracones que parecían caravanas de camping. En el patio de recreo teníamos un charco enorme, un auténtico lago que llamábamos Mi- ssissippi, en el que podíamos chapotear todo el año. Aquello era un parque de atracciones. Y por si eso fuera poco, aunque entonces no éramos totalmente conscientes de ello, recibíamos la educación más avanzada en lo pedagógico, basada en fomentar el espíritu crítico. Los padres y profesores artífices de aquella gesta merecen un monumento. Lo que no imaginábamos entonces era que 30 años después nos enfrentaríamos a problemas similares a la hora de escolarizar a nuestros hijos en la escuela pública euskaldun. La oferta de plazas en euskera en el ciclo de 0 a 3 años es escandalosamente insuficiente. En Primaria, en Patxi Larrainzar una vez más hay críos que se van a quedar fuera. En Sarriguren, en plena Zona Mixta, no implantarán el modelo D con la excusa del Tratamiento Integrado de las Lenguas. Podríamos caer en la tentación de pensar que en tres décadas no ha cambiado nada. Sería un craso error. Efectivamente, los mandatarios forales siguen poniendo trabas. Pero la escuela pública euskaldun de calidad entonces era apenas un sueño utópico y hoy es una realidad palmaria. Queda claro que si ellos son pelmas, nosotros lo somos todavía más. Además, a ellos los mueve el cerril odio por una lengua y a nosotros el amor por un idioma y por unos ideales de igualdad, por lo que, evidentemente, nosotros, dentro de lo que cabe, disfrutamos más. Así las cosas, no me queda sino invitar al lector a disfrutar de la fiesta de la Taconera. Razones para la celebración nos sobran. Y las actuaciones serán impagables. Ahí estarán, entre otros, los desternillantes Pirritx, Porrotx eta Juan Kruz.

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