Los hermanos Raúl y Javier Rovira son los dueños de la empresa Horno Rovira Safor, una panificadora de Real de Gandía, un municipio de Valencia de 2.030 habitantes. Raúl y Javier son empresarios y, como dueños de una panificadora que son, poseen un capital constante en forma de inmuebles, maquinaria, herramientas y materias primas, es decir son dueños de los medios de producción que intervienen en la transformación de la harina en pan, del que también son dueños. Para que ello sea posible invierten en capital variable, en forma de trabajadores, a los que pagan un salario a cambio de su tiempo de trabajo. Sólo una parte ínfima del pan producida por los asalariados es consumida por Raúl, Javier y sus respectivas familias, el resto, transformado en mercancías es dedicado a la venta en el mercado con el objetivo de conseguir beneficios.
El pasado 28 de mayo, una parte de ese capital variable en forma de trabajador resultó deteriorado, inservible para la producción de mercancías con forma de pan. Y una parte, en forma de brazo, de la parte del capital variable, en forma de obrero, fue arrojada a un contenedor de basura, que es donde se arrojan las partes defectuosas de la maquinaria.
La parte de capital variable al que la amasadora le arrancó el brazo, ya inservible para la producción, adquirió, por ese hecho en sí, forma humana y, por lo tanto, se volvió un problema para los dueños de la panificadora, que se vieron obligados a deshacerse de una forma humana que no podía ocasionarles más que problemas.
Forma humana la tenía, sí, pero sin papeles. Y eso deshumaniza casi totalmente al individuo. Podía haber sido trabajador, sí, pero carecía de contrato. Lo cual lo convertía en un ser social extraño sin ni siquiera la condición de esclavo que, siglos atrás, conllevaba el cuidado de su vida por parte del amo.
Franns Illes Melgar, que así se llama el sin papeles y sin contrato al que una amasadora le arrancó el brazo izquierdo, vino de Bolivia a Europa, cuna de las libertades y de los derechos humanos. Y ejerció la libertad de convertirse en capital variable trabajando doce horas diarias, seis días a la semana, para que los dueños del capital constante, esos que crean puestos de trabajo y riqueza, le retribuyesen con setecientos euros al mes.
Ahora la inspección de trabajo ha cerrado la panificadora por unos problemillas en la seguridad eléctrica. El resto de los sin papeles y sin contrato, junto con los con papeles y con contrato, irán a la calle.
Todos los vecinos de Real Gandía entrevistados por televisión, están indignados... por el cierre de la panificadora. Dicen que los Rovira son muy buena gente, que son como ellos y que las condiciones de trabajo de los sin papeles y sin contrato es normal en la zona. Que lo del boliviano es mala suerte. Cuesta imaginar cómo será, en Real Gandía, la mala gente.
En las elecciones europeas, en Real Gandía, el 57% votó PP, el 36% al PSOE, partidos de la buena gente. Tan sólo hubo una manzana podrida, un único voto terrorista a Iniciativa Internacionalista. Debe ser el voto de la mala gente.
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