jueves, 25 de junio de 2009

Desplante torero

Juan Kruz Lakasta

una vez vi los toros desde la barrera. No lo digo en sentido figurado sino literal. Por cuestiones de trabajo, una vez vi una corrida de toros en la monumental pamplonesa desde una barrera de sombra. Frente a mí, uno de los primeros espadas se llevó un tremendo revolcón al entrar a matar. Pinchó hueso, el estoque salió rebotado y el astado lo puso patas arriba con un golpe de testuz. El torero cayó a la arena desorientado y el toro estuvo a punto de empitonarlo. Evitaron la segura cornada los diligentes subalternos despistando al animal a punta de capote. Cuando el frustrado matador se incorporó, se encaró con el cornúpeta a pecho descubierto, desarmado, sin muleta ni espada, abriéndose la taleguilla con las manos, mientras dos miembros de su cuadrilla mareaban al bicho citándolo alternativamente a izquierda y derecha. Agitando ostensiblemente los brazos, el diestro ordenó a su cuadrilla que dejara de llamar al cuadrúpedo, que lo dejaran solo. En medio de la atronadora ovación, únicamente los espectadores que estábamos más cerca de él pudimos escucharle gritar "¡Al que se mueva lo mato!". Me acuerdo de aquel teatral desplante a cuenta de las declaraciones de la primera edila en torno al jefe de su Policía Municipal. Después de que el toro del pleno le diera un buen revolcón amenazándola con reprobarla si no destituye a Simón Santamaría, se incorporó, torera ella, y declaró efectista que Simón Santamaría "estará al lado de esta alcaldesa en los próximos Sanfermines, poniendo orden en la ciudad durante las fiestas". Hablar de una misma en tercera persona siempre funciona. Da un aire de tremenda solemnidad. Y anunciar que se llevará a cabo una entelequia, una utopía, un auténtico oxímoron como poner orden en los Sanfermines, que viene a ser como organizar el caos, te añade un toque heroico -amén de, en este caso, acongojar al personal desafecto-. Para redondear la faena, acto seguido la primera espada de la arena municipal se abrió la taleguilla para ofrecerse a pecho descubierto -claro está, en el sentido taurino que no literal de la expresión-: "Si quieren, que vengan a por mí, porque no pienso cesar al jefe de la Policía". Olé, olé y olé. Jesulín de Ubrique no hubiese sido capaz de un desplante ni más espectacular ni más impostado. Evidentemente, había trampa. Mientras la primera edila se adornaba, su cuadrilla mediática mareaba al morlaco opositor socialista con titulares de primera plana en el ABC . Un morlaco socialista falto de bravura por su encaste históricamente entreguista con el regionalismo y, para más inri, de astas afeitadas por su castrante "compromiso con la gobernabilidad de Navarra", que le impide embestir con una moción de censura. El desplante era de pega y el toro de cartón. En el ruedo de la política foral nos ofrecen el espectáculo del bombero torero.


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