Juan Kruz Lakasta
Imaginemos que en Barcelona tan solo existe una emisora de radio en castellano y la Generalitat la cierra alegando que provoca interferencias en las comunicaciones del aeropuerto del Prat. Los defensores de la libertad lingüística y su poderoso entorno mediático pondrían el grito en el cielo, denunciarían la imposición de una única lengua y reivindicarían una Cataluña bilingüe. Imaginemos que en Caracas Hugo Chávez silencia la voz de dos emisoras críticas con su Gobierno, aduciendo interferencias en las comunicaciones del aeropuerto Simón Bolívar. La práctica totalidad de los medios de comunicación de nuestro entorno clamarían una vez más contra el autoritarismo chavista, su falta de respeto por el pluralismo y su conculcación del sacrosanto derecho a la libertad de prensa. Dejemos de imaginar y analicemos la realidad más cercana: en Pamplona tan solo existe una emisora en euskera, Euskalerria Irratia , y Sanz ha amenazado con cerrarla argumentando que su emisor de pronto está provocando interferencias en las comunicaciones del aeropuerto de Noáin, pese a llevar 12 años en funcionamiento sin generar problema técnico alguno y estar situado bastante más lejos de la antena de AENA que los de varias radios con licencia. De paso, y con la misma excusa, se quiere cargar la señal de dos emisoras hasta la fecha críticas con su gestión, Euskadi Irratia y Radio Euskadi . Pongo el grito en el cielo para denunciar la imposición de una única lengua y reivindicar una Navarra bilingüe. Clamo contra el autoritarismo regionalista, su falta de respeto por el pluralismo y su conculcación del derecho a la libertad de prensa. Y me sorprendo -no mucho, era de esperar- al ver que algunos en este caso callan como meretrices -dicho sea con todo el respeto del mundo para con las trabajadoras del sexo y bastante menos para con los silentes-. Según reconoció ayer el propio director del Gabinete de Comunicación del Gobierno de Navarra, el Ejecutivo regionalista se está excediendo en sus funciones, pues no tiene competencia sobre la gestión del espacio radioeléctrico más allá de la concesión de licencias que realiza por delegación del Gobierno central. Y, paradójicamente, al mismo tiempo se está quedando corto en sus funciones, pues no está haciendo nada con las dos emisoras adjudicatarias de licencia en su último e irregular reparto, que conculcan de manera tan flagrante como continuada las condiciones de la adjudicación. Resulta evidente que este Gobierno sufre interferencias en el normal ejercicio de sus funciones, producidas por una aversión enfermiza hacia una de las dos lenguas propias de ésta nuestra Comunidad Foral y una incapacidad manifiesta de asimilar la crítica política habitual en un sistema democrático, y que devienen en un comportamiento totalitario. A cuenta de las interferencias deberían cerrar el Gobierno, que no las radios.
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