jueves, 11 de junio de 2009

Castillo contemporáneo en la capital del viejo reyno



Juan Kruz Lakasta

a su lado los Bordini son una familia de medrosos, Edurne Pasaban y Juanito Oiarzabal unos tiernos boy scouts y José Tomás un pinchauvas pusilánime. Me refiero a Emilio Tuñón y Luis García-Mansilla, arquitectos redactores perennes del proyecto de museo de los Sanfermines. Tremenda valentía la suya. Eso es hacer equilibrios arquitéctonicos al filo de lo imposible en las mismísimas astas del toro y lo demás, tonterías. Cuando planearon que el museo fuera una pasarela gigante sobre el Arga en la zona del puente de Curtidores, se cayeron con todo el equipo al dictaminar Príncipe de Viana que su construcción afectaría negativamente al entorno de las murallas. Cuando proyectaron erigirlo en forma de flor en el parque de la Runa, los sepultó un alud de críticas a cuenta de que ésa es una zona inundable. Y ahora, tras recibir el encargo por tercera vez consecutiva sin mediar más concurso que el primero, han tenido el cuajo de volver a plantarse ante la testuz del toro del descalabro proponiendo construir en el solar del actual parque de bomberos de la calle Aralar -esto es, en el coqueto entorno de las murallas del Baluarte de San Bartolomé- tres enormes torres de 28 metros de altura. Con dos escuadras y un cartabón. A juzgar por las recreaciones gráficas facilitadas por los propios autores, los tres edificios serán de estilo Pamplona contemporánea . No lo digo porque los han bautizado como Castillo contemporáneo , sino porque son moles de formas cuadradas y fachadas contundentes que recuerdan al Baluarte y el Corte Inglés. Ciudad Barcina, o lo que es lo mismo, ciudad parda, ya que el pelaje barcino es el pelaje pardo, según el DRAE. El consejero de Cultura, Juan Ramón Corpas, participó ayer en la presentación del proyecto y sobre su posible incompatibilidad con ese entorno no dijo ni Pamplona. Evidentemente, la presencia de la Plaza de Toros en esa misma zona mitiga el impacto de las torres. Aun así, no sería descabellado que Príncipe de Viana volviera a dictaminar que el museo afecta negativamente a una zona amurallada. A mí -evidentemente, sin ser un experto en la materia y sin conocer el proyecto más allá de la información facilitada en la rueda de prensa de ayer-, así me lo parece. Sería un auténtico récord: tres proyectos invalidados, tres. Si se llega a construir el museo deberían dedicar una sala a exponer todos esos planes fallidos. Tendría su gracia. Y sería ilustrativo de la idiosincrasia de los mandatarios regionalistas de principios del siglo XXI. Eso sí, para que a las futuras generaciones de pamploneses les hiciera la misma gracia que a las de foráneos, convendría obviar en los carteles explicativos que los dos primeros proyectos costaron un total de 1,3 millones de euros y este último, 600.000.

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