lunes, 31 de agosto de 2009

Decrecer para vivir mejor


Alex Arizkun

a
mucha gente le sonará raro este título: ¿Cómo es posible vivir mejor si decrecemos? A otros les parecerá imposible: ¿No es precisamente el crecimiento económico lo que nos conduce a un mayor bienestar? En el mundo en que vivimos el crecimiento se identifica con generar más empleo, con mayores oportunidades para todos, con la eliminación de las desigualdades, con la ampliación de los servicios sociales? Sin embargo este mito del crecimiento económico no resiste un detenido contraste con lo que ha ocurrido. Hoy estamos en crisis, pero cuando las economías crecían el empleo reportaba jornadas de trabajo cada vez más largas y contratos cada vez más inseguros; el aumento del consumo no se traducía en mayores satisfacciones; las desigualdades en el mundo han crecido (en 1960 las diferencias de renta entre países pobres y ricos eran de 1 a 30, hoy son de 1 a 80); mientras que se construyen más y más autopistas y trenes de alta velocidad la educación y la sanidad no mejoran proporcionalmente. ¿Somos más felices que nuestros abuelos?

Además cada vez aparecen más síntomas que ponen al crecimiento en su sitio: el crecimiento económico continuado resulta imposible. Los humanos parecíamos haber olvidado una cosa muy sencilla: la producción de bienes y servicios necesita de energía, necesita de materiales, necesita de espacio? y éstos son limitados, no son indefinidos, no podemos utilizarlos cada vez más sin llegar a agotarlos. En ciertos aspectos ese agotamiento ya ha llegado: ya hemos alcanzado el cénit del petróleo y seguir consumiéndolo de forma creciente acercará su inevitable final, hemos llenado la tierra de seres humanos y como cada uno de nosotros consumimos cada vez más ocupamos más y más espacio, estamos llenando la atmósfera de gases que producen el Cambio Climático. Si quisiéramos extender los niveles de consumo europeos a todo el mundo necesitaríamos tres planetas para que fuera posible, o siete planetas si quisiéramos generalizar el consumo del estadounidense medio. Pero, incluso, sin pensar en ese futuro, que para algunos pudiera ser deseable, el consumo actual del mundo en su conjunto ha sobrepasado la capacidad de carga del planeta: estamos viviendo con recursos que serán necesarios para nuestros hijos y nuestros nietos.

Si no tomamos medidas y ponemos en marcha una transición ordenada hacia un mundo con menos uso de energía y materiales, si no decrecemos en su utilización, la Naturaleza nos pondrá en nuestro sitio y el decrecimiento se producirá de forma traumática.

Para algunos ese necesario ahorro va a venir con avances técnicos que permitirán mantener el crecimiento. Mayor eficiencia energética, mayor uso de energías renovables, mayor reciclaje de materiales? permitirán seguir creciendo. La técnica puede ayudar, pero si continuamos creciendo esos ahorros técnicos se verán desbordados. El ejemplo del automóvil resulta muy expresivo. Desde la crisis del petróleo de los años setenta del siglo pasado los automóviles han mejorado su tecnología y consumen menos gasolina cada cien kilómetros que antes, pero hoy consumimos en el mundo más del doble de gasolina de automoción que hace cuarenta años. La explicación es simple: hoy utilizamos más coches que antes, son más grandes y pesados, recorremos más kilómetros al año?

Pero si paramos el crecimiento ¿qué pasará con el empleo? Si lo hacemos a través de una transición ordenada podremos trabajar todos menos y trabajar todos. Eso exigirá tener menos bienes materiales, sí. Eso exigirá viajar menos, sí. Eso exigirá comprar menos cosas, sí. Pero tendremos más tiempo libre y cada uno podrá dedicar su ocio a uno mismo, a relacionarse con otros, a cultivar sus aficiones, a aprender nuevas cosas, a leer, a no hacer nada?

Además, si nos parece deseable que todo el mundo pueda comer, vestirse, tener una vivienda y tener cubiertas sus necesidades más básicas y el crecimiento no va a conseguirlo, estamos obligados a pensar de qué manera hay que distribuir los recursos de que disponemos. No podemos seguir confiando en que la marcha de la economía por sí sola llevará a todo el mundo al bienestar.

Conseguir esto no es fácil, lo sabemos, pero merece la pena pensar y actuar para sacar de nosotros otros valores que parecen dormidos. El placer de las relaciones con otras personas sin tener que competir con ellas o sentirnos superiores, el placer de tener tiempo libre, el placer de conocernos mejor y conocer lo que nos rodea, el placer de no tener prisa? ¿Merece la pena renunciar a muchos objetos y movimientos superfluos para conseguir ese tipo de vida? Nos parece que sí.

Algunos nos venimos reuniendo en Pamplona, como en otras muchas partes del mundo, para pensar y actuar en esa dirección, para ir descubriendo las posibilidades de avanzar en ese camino, para ir detectando las dificultades y las vías de superarlas en el colectivo DaleVuelta (dalevuelta.bira@gmail.com ). Merece la pena vivir mejor y es posible.

Publicado en Diario de Noticias

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