jueves, 29 de enero de 2009
Compost arqueológico
Un día de labor, transito junto al inverosímil pamplonés Fermín Huarte por por el Casco Viejo pamplonés, a eso de las diez de la noche. Parece Bruselas a las tres de la mañana: no hay nadie -ni en la calle ni en los pocos bares abiertos- y llueve con estruendo. Incluso con struendo. En el silencio de las calles desiertas el golpear de la lluvia contra losetas y adoquines retumba como si un ex decano del Colegio de Abogados aporrease un bombo gigante. Caen gotas como puños. O mayores. Como misiles israelíes con componentes españoles. Da la sensación de que uno de esos proyectiles ha estallado en la confluencia de Navarrería, Curia, Calderería, Mercaderes y Mañueta. Parece la ciudad de Gaza a las tres de la mañana: no hay nadie y todo el cruce es un enorme socavón de un par de metros de profundidad, similar al cráter producido por una gran explosión. La culpa la tiene la entibadora. No ésta. La otra. Pronto empezará a trabajar en esa zona y ya están devastando... perdón, preparando el terreno. Dicen que acabarán dentro de seis meses, justo para San Fermín. Y tan justo. Le comento a Fermín -al terrenal, no al celestial- que más les hubiera valido empezar antes o dejarlo para después, y no arriesgarse a un retraso más que probable que de producirse tendría devastadoras consecuencias sanfermineras. Me contesta que los australianos agradecerían el bochinche: "Además de tirarse de la fuente de la Navarrería podrían arrojarse a los socavones". Le digo que el colapso en la zona el día seis sería monumental. Me explica que sabe de buena tinta que no habrá retraso. Según Fermín, los inventores de la cripta arqueológica -así llamaron a utilizar restos arqueológicos cual escombro para rellenar un talud en Lezkairu- van a implementar en esa zona el concepto de compost arqueológico : para evitar perder el tiempo rescatando restos sin valor como sillares romanos o bloques de muralla medieval, se arrasa con todo a golpe de entibadora, y luego el escombro resultante se emplea como cimiento, como compost arqueológico , para darle una base noble a algún edificio de postín, como el museo de los Sanfermines. La ocurrencia debería ser increible pero resulta verosímil en nuestra metrópoli foral. Nos quedamos pensativos mirando al tremendo cráter. De repente Fermín dice que ha visto algo que parece un resto arqueológico en el barro, a un metro bajo el nivel del suelo, entre Curia y Navarrería. Baja al socavón y sube embarrado, con un caramelo El Ruiseñor, dos plutones y una Gaceta del Lunes. Ahí estuvo en su día el carrico de Lucio. Cómo pasa el tiempo.
Etiquetas: Juan Kruz Lakasta, Pamplona
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