Los uigures, un pueblo oprimido que hasta el momento había permanecido oculto para los grandes medios de comunicación internacionales, han visto la luz. Hasta este mes, la única información que hacía referencia a los uigures era que nadie quería acoger a los presos de esta etnia encarcelados en Guantánamo.
A diferencia de los tibetanos, que siempre han estado de moda en Occidente, nadie hablaba de los uigures. Mientras los tibetanos tienen a un monje rapado que va por el mundo hablando de paz, un actor canoso en declive dando la tabarra sobre el budismo y al marido de Angelina Jolie haciendo peliculitas, los uigures, que han padecido si cabe con más crudeza la ocupación china, no han tenido ningún valedor. ¿La razón? Evidente, que son musulmanes.
No es lo mismo defender a una caterva de monjes vestidos con túnicas naranjas que a un pueblo musulmán que mantiene estrechas relaciones culturales y lingüísticas con Turquía y las ex repúblicas soviéticas que acaban en -stán. Y si para más inri, es una zona rica en petróleo y otros recursos naturales nadie dice nada, que hay que quedar bien con China, que es un país emergente y un mercado sin límites para nuestros productos. Nadie se acordó de los uigures, por ejemplo, durante los Juegos Olímpicos de Beijing del año pasado.
Los uigures han tenido que padecer una colonización salvaje de los han, la etnia que supone el 91% de los chinos y que se caracteriza por un chauvinismo exacerbado y el odio al extranjero y a las minorías étnicas. Prueba de ello es el testimonio recogido por Olatz Simón, la corresponsal de ETB en Beijing desplazada a Urumqi, en la que una han expresaba en perfecto castellano la mentalidad colonialista de los chinos. «Los uigures son sucios, no saben leer, no saben hablar. Les hemos traído el progreso, pero no lo saben aprovechar. Son vagos. Esto es como Bagdad, no hay más que terroristas. No tendremos paz hasta que les matemos a todos». Impresionante. El problema es que dejarán de estar de moda y seguirán padeciendo, olvidados, la limpieza étnica.
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